Cuanto antes, ¡mejor!

A relacionarse también se aprende

Escuela y docente, binomio fundamental para detectar la violencia y pararla. 

La escuela es como la segunda casa de los niños, niñas y adolescentes, no solo por las relaciones que allí establecen también por el tiempo que pasan.

Cada escuela tiene unos valores que enmarcan la su política, sus procedimientos y la forma de relacionarse:

  • entre los docentes
  • con los niños, niñas y adolescentes 
  • y con las familias 


Los valores son la guía de nuestro comportamiento diario y sirven para vivir de forma armoniosa dentro del centro. Entre los valores humanos más importantes encontramos:

  • la ética
  • el respeto al prójimo
  • la tolerancia
  • la bondad
  • la paz
  • la solidaridad
  • el amor
  • la justicia
  • la responsabilidad
  • la equidad
  • la amistad
  • la libertad


Cuando honramos estos valores llevamos a cabo las acciones alineadas con ellos y mediante dichas acciones hacemos posible el cumplimiento de los derechos de los niños.

Los procedimientos, además, facilitan la implantación de:

  • Entornos seguros a nivel físico (aulas, patios, pasillo, comedor, etc.)
  • Entornos seguros a nivel emocional,

todo ello para la minimización del uso de la violencia en las relaciones, poniendo siempre las necesidades de los niños, niñas y adolescentes en primer lugar.

Además los docentes a través de sus acciones también los ponen práctica, sirviendo de ejemplo y repercutiendo en la convivencia diaria.

¿Qué ocurre cuando los adultos que acompañan no honran estos valores y priorizan sus necesidades a la de los niños, niñas y adolescentes?

Cuando a la escuela llega un niño, niñas o adolescente que en su casa ha sufrido violencia, física, psicológica o verbal, llega con dolor, sufrimiento y con unas estrategias aprendidas en esa violencia con las que cubrir sus necesidades, pudiendo tener comportamientos en los que ejercen violencia contra un igual o contra un adulto, comportamientos en lo que son víctimas de las agresiones de otros o son espectadores de esta violencia.

En este momento el docente cobra especial relevancia a la hora de ver más allá de dichos comportamientos, entendiendo las conductas e identificando las necesidades no cubiertas.

Si el docente cuenta con estas habilidades y las pone en práctica dentro del aula puede además contar con los procedimientos establecidos en el centro escolar. Estos procedimientos ayudarán al docente aportándole más herramientas para prevenir el acoso, actuar ante los primeros indicios o cuando ya ha aparecido. Por ejemplo, programas de alumnos mediadores, tutorías entre iguales, canales de colaboración establecidos con las familias, etc.

Por el contrario cuando nos encontramos un centro escolar donde hay definidos unos valores, que están publicados, pero que en el día a día no se utilizan, no sirven como guía, como brújula para ver qué tiene sentido y qué no, lo que ocurre es que todo queda en las manos del docente que acompaña. 

Cuando el docente que acompaña honra los valores antes mencionados y tiene un acompañamiento afectivo, construye un vínculo sano con los niños, niñas y adolescentes de tal forma que es capaz de entender que hay detrás de ese comportamiento. 

Entender un comportamiento no significa justificarlo y sirve para intervenir siendo capaz de ver las necesidades que hay en el origen, pudiendo ver por ejemplo que detrás de un comportamiento violento existen unas vivencias de inseguridad por lo que al ofrecer entornos de seguridad se podrá cubrir la necesidad, reducir el sufrimiento y cambiar el comportamiento minimizando la violencia. 

Otra situación puede ser que la victima fruto de sus bajas expectativas de sentirse aceptado tenga comportamientos pasivos o sumisos, del mismo modo al ofrecerle apoyos emocionales seguros conseguirá sentirse aceptado dejando atrás esos comportamientos sumisos. Esta pasividad no sólo puede aparecer en las relaciones sociales, sino también a la hora de realizar las tareas y no hay que confundirlo con pereza.

Estos entornos emocionales seguros solo pueden darse cuando quien está acompañando a los niños, niñas y adolescentes construye su autoridad en base a un vínculo emocional poderoso, con el que poder establecer límites que además son reconocidos y aceptados. Esto solo es posible a través del respeto y la confianza, no desde el miedo, la humillación o el rechazo.

La autoridad no hay que confundirla con el autoritarismo o abuso de poder derivado la creencia de los adultos de que la autoridad se tiene y está garantizada por motivos como la edad o la posición que se ocupa dentro del centro

La relación adulto/niño es una relación entre dos seres humanos con derechos. Los dos tienen voz pero los niños, niñas y adolescente no tienen voto en las cuestiones relacionadas con la seguridad y la salud donde los limites los marcará siempre el adulto determinando que conducta es la aceptable.

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