Los sesgos cognitivos son los fallos o errores que comentemos al interpretar la realidad. Se estudian en la psicología social y tienen como objetivo explicar por qué la realidad la interpretamos de manera errónea. El concepto de sesgo cognitivo fue introducido por los psicólogos israelíes Kahneman y Tversky en 1972.
Como un sesgo cognitivo es una interpretación errónea de la información disponible esto tiene una influencia en la forma de procesar los pensamientos, emitir juicios y tomar decisiones. Por lo tanto, los sesgos influyen en cómo actuamos o en las decisiones que tomamos.
Cada segundo tu cerebro ejecuta millones de procesos mentales. La probabilidad de que algún sesgo cognitivo influya en tu comportamiento es alta, y por cierto, ocurre con toda naturalidad.
El sesgo de atribución o correspondencia se refiere a la tendencia de las personas a atribuir causas internas y estables a los comportamientos de otras personas, especialmente cuando estos comportamientos se perciben como inesperados o negativos. En otras palabras, cuando observamos el comportamiento de alguien, tendemos a inferir que dicho comportamiento refleja características de su personalidad, es decir “como es”, en lugar de considerar factores externos o del contexto que podrían haber influido en su comportamiento.
Este sesgo juega un papel significativo en nuestras interacciones sociales, el trabajo en equipo y el desarrollo emocional en la infancia.
En el ámbito de las relaciones sociales, el sesgo de atribución o correspondencia puede afectar la manera en que percibimos y juzgamos a las personas que nos rodean. Por ejemplo, si alguien llega tarde a una cita, es fácil caer en la trampa de asumir que son irresponsables o descuidados, sin considerar que podrían haber experimentado circunstancias imprevistas. Este tipo de juicios rápidos pueden llevar a malentendidos, conflictos y una falta de empatía hacia los demás. Además, el sesgo de atribución o correspondencia puede contribuir a la formación de estereotipos y prejuicios, ya que tendemos a generalizar el comportamiento de un individuo a todo un grupo social.
En el contexto laboral, el sesgo de atribución o correspondencia puede influir en la dinámica de los equipos de trabajo. Cuando atribuimos los errores o éxitos de un equipo a las habilidades individuales de sus miembros, en lugar de considerar factores externos como la comunicación deficiente o la falta de recursos, podemos crear un ambiente de desconfianza y rivalidad entre colegas. Esto puede obstaculizar la colaboración efectiva y limitar el potencial creativo e innovador de un equipo.
En el desarrollo social y emocional de los niños y niñas, el sesgo de atribución o correspondencia puede tener consecuencias especialmente significativas. Los niños son especialmente susceptibles a este sesgo debido a su falta de experiencia y comprensión del mundo que los rodea. Cuando un niño es etiquetado como «movido» o «perezoso» por un adulto debido a un comportamiento específico, puede internalizar esa etiqueta y comenzar a verse a sí mismo de esa manera. Esto puede afectar negativamente su autoestima, su motivación y su capacidad para relacionarse con los demás de manera positiva.
Para contrarrestar el impacto del sesgo de atribución o correspondencia, es importante fomentar la reflexión y la conciencia sobre nuestras propias percepciones y juicios. Practicar la empatía nos ayuda a reconocer la complejidad del comportamiento humano y a evitar caer en la trampa de las generalizaciones simplistas.
En resumen, el sesgo de atribución o correspondencia es un fenómeno psicológico que puede tener un impacto significativo en nuestras relaciones sociales, el trabajo en equipo y el desarrollo emocional de niños y niñas. Reconocer y abordar este sesgo nos permite construir relaciones más saludables y colaborativas, tanto en el ámbito personal como profesional, y promover un crecimiento y desarrollo saludable en todos los niveles.