Se cuenta que en un lejano país, en el que había una larga playa, una playa kilométrica, la marea cada noche llevaba hasta la orilla miles de estrellas de mar. Estas estrellas aguantaban horas sin estar dentro del agua, pero en cuanto llegaba el sol y los rayos actuaban en su plenitud contra el caparazón de las estrellas, estas morían sin remedio. Un maestro de la zona, ya jubilado, se levantaba muy temprano cada día y andaba varios kilómetros por la arena de la playa, lanzando al mar cuantas estrellas encontraba a su paso.
Un poderoso señor de aquel país vivía en una hermosa mansión junto a la playa. Le costaba mucho conciliar el sueño y se levantaba cada día temprano. Se asomaba a la ventana y veía amanecer todas las mañanas, también veía pasear a alguien junto al mar y lanzar algo al agua. Un mañana decidió acercarse hasta aquel personaje para ver qué hacia:
-¿Qué hace, señor?
– Estoy lanzando estas estrellas marinas nuevamente al agua, al océano. Como puede ver, la marea es baja y estas estrellas han quedado en la orilla, si no las arrojo al mar morirán aquí por falta de oxigeno y por el calor del sol.
– Entiendo-contestó el poderoso-, pero debe de haber miles de estrellas de mar sobre la playa. No podrá lanzarlas todas, son demasiadas, y quizá no sepa que esto sucede en miles de playas y en miles y miles de kilómetros, creo que está usted haciendo algo que no tiene sentido.
El viejo maestro sonrió al señor poderoso, mientras lo miraba con gran amabilidad, se agachó, cogió una nueva estrella, se la mostró y al lanzarla de nuevo al mar le respondió:
– Para ésta sí ha tenido sentido, ¿no cree?
Fuente: «La escuela que quiero. En busca del sentido común: pedagogía de altura contada desde el suelo.» Mar Romera.
Cuando explico la violencia invisible y estructural en la que vivimos y con la que nos relacionamos la mayoría de las personas se quedan pensativas y me dicen cuanta falta hace que haya personas que se dediquen a lo que haces tú.
El desafío se presenta cuando pregunto y a ti, ¿esto te afecta de alguna manera? En ese momento es cuando aparecen todos los peros:
- Los padres no se ocupan de los niños, no tienen tiempo.
- Los profes no están preparados, con tanto cambio de ley y tan pocos recursos.
- Esto es mejor para infantil y primaria. Con los adolescentes ya qué vamos a hacer.
- Esto quienes lo necesitan de verdad son los de la ESO, en infantil y primaria son cosas de niños.
La realidad es que nuestros niños, niñas y adolescentes están creciendo en esta violencia que está normalizada. Han visto, imitado e integrado que para relacionarse una forma válida es amenazar, culpar, chantajear, manipular y sí, en determinados contextos también pegar. Lo estamos haciendo cada día con ellos, ¿por qué no lo van a hacer ellos también?
¿Cuál es el criterio que determina cuando amenazar, por ejemplo, está bien? ¿A partir de que edad está permitido? ¿Con esta persona sí y con esta persona no? ¿No tenemos todos los mismos derechos?
¿Y si tuviera sentido que cada uno de nosotros, como adultos, en el lugar que ocupamos con los niños, niñas y adolescentes nos responsabilizáramos de nuestros comportamientos, de la forma que tenemos de comunicarnos, tanto la verbal como la no verbal?
¿Y si actuáramos más pensando en el largo plazo, qué es lo que tiene sentido para su futuro, para el bienestar de nuestros niños, niñas y adolescentes, en lugar de en el corto plazo, qué es lo que obtengo hoy, aquí y ahora?