Jugar a las 7 diferencias. ¿Qué ves?

A relacionarse también se aprende

¿Sueles jugar con tus hijos a buscar las diferencias? Es un juego donde mientras buscáis lo diferente os estáis divirtiendo juntos y al mismo tiempo se desarrolla la atención y la memoria.

También se desarrolla la percepción visual ya que es necesario prestar atención a los pequeños detalles, manteniéndose concentrado y atento.

Aquí falta un pájaro, aquí la gorra es roja y aquí azul, aquí hay una nube más …hasta conseguir que las dos imágenes sean lo mismo.

Y este mismo juego, ¿lo practicas con tus hijos? 

  • Vago – Trabajador
  • Tímido – Sociable
  • Juega al baloncesto – Juega al fútbol
  • Es un llorón – Siempre se está riendo
  • Despistado – Atento
  • Protestón – Obediente
  • Nervioso – Tranquilo


Nosotros jugamos, juzgamos y vemos las diferencias, lo que nos gustaría que fueran en lugar de ver lo que son y es entonces cuando los niños y niñas comienzan a creer que tienen que ser de una determinada forma para poder encajar, la que nosotros pensamos, y que tienen que sentir lo que nosotros queremos que sientan, y que no pueden tener sus propios gustos o incluso su manera de hacer las cosas.

Nos hemos acostumbrado a etiquetar, tanto, que incluso etiquetamos a las personas en base a los comportamientos o actitudes que nos vamos encontrando a lo largo de nuestro día a día.

Definir a una persona a través de una etiqueta limita a quien la recibe, las personas somos mucho más que una definición.

En este momento es cuando ellos también empiezan a jugar a las diferencias y entonces se perciben diferentes a lo que sus padres y sus madres ven y es ahí cuando su autoestima baja.

¿Y si cambiamos el juego?, podríamos seguir desarrollando la percepción visual pero en lugar de hacerlo viendo las diferencias viendo los detalles.

De este modo los niños, niñas y adolescentes pueden ser, porque lo que todo ser humano necesita es sentirse libre: (Virginia Satir, En contacto íntimo)

  • Libertad para ver y escuchar lo que está aquí, en lugar de lo que debería estar. Cuando crezca y sea un adolescente, reconóceme y no me digas que ya no soy yo.
  • Libertad para decir lo que uno siente y piensa, en vez de lo que se supone que debería sentir y pensar. Déjame sentirme triste y déjame que te lo diga. Quizá para ti no es importante que se me haya roto un juguete pero para mí sí que lo es, y me gustaría compartirlo contigo y que me acompañaras en mi tristeza.
  • Libertad para sentir lo que se siente, en lugar de lo que se debería sentir. Siento tristeza y enfado cuando me dices que compartas mis juguetes. No me hagas sentir culpable diciéndome que hay que compartir que es por “mi bien”.
  • Libertad para pedir lo que se quiere, en lugar de tener que esperar el permiso. ¿Me pones los dibus?
  • Libertad para arriesgarse por cuenta propia, en lugar de optar únicamente por estar seguro y no perturbar la tranquilidad. Permíteme que decida cuándo hacer los deberes, tengo que ser capaz de desarrollar mi propia forma de hacerlo y no voy a poder si tu me dices como hacerlo, déjame probar que pasa si lo hago en el último minuto o incluso si no los hago


¿Cuál es la imagen que ves cuando miras a tus hijos?

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