La paz, un concepto que va más allá de la ausencia de conflictos y está relacionado con cada aspecto de nuestra vidas diarias.
En este artículo, exploraremos el significado de la paz en un contexto amplio, examinando su importancia en nuestra vida cotidiana. Además, reflexionaremos sobre la violencia invisible, descubriendo cómo puede socavar silenciosamente la armonía que tanto deseamos.
La paz está compuesta de tranquilidad mental, estabilidad emocional y ausencia de tensiones y va de la mano de la justicia social, la igualdad y el respeto mutuo. Es un estado donde las personas pueden desarrollarse plena, libremente y sin temor a SER por el hecho de ser juzgados o rechazados. Desde esta perspectiva la paz se convierte en un cimiento sobre el cual construimos nuestras vidas y se refleja en cómo construimos nuestras relaciones, en la estabilidad de las mismas y en la capacidad de resolver conflictos de manera constructiva.
La forma que tenemos de relacionarnos no siempre es sana. En ocasiones utilizamos estrategias tóxicas, no sanas, violentas. Lo hacemos de forma automática, nos sale solo, es lo que hemos visto y vivido, es tan parte de nosotros que no nos damos cuenta.
Violencia es todo acto que tiene como finalidad cambiar a otra persona: sus actos, sus pensamientos, sus emociones, su ser. Ejercemos violencia no solo a través de la fuerza, también a través de la autoridad y el afecto con manipulaciones, amenazas, juicios, invalidaciones…
En el día a día, en los diferentes ámbitos en los que estamos, las personas necesitamos pertenecer, que nos reconozcan y estas necesidades están asociadas a nuestro instinto de supervivencia. Si no pertenecemos no sobrevivimos.
La cuestión es ¿cuáles son los mecanismos que utilizamos para pertenecer? ¿De qué forma conseguimos ese reconocimiento?
La búsqueda de reconocimiento nos lleva a construir máscaras, a interpretar roles que no reflejan nuestra esencia genuina. En este proceso, perdemos nuestra autenticidad y dejamos de ser nosotros mismos.
Cuando nos estamos relacionando utilizando violencia invisible para conseguir cambiar al otro en el fondo lo que está ocurriendo es que entran en conflicto dos necesidades básicas ¿Qué hago SOY o PERTENEZCO?
Si nos paramos un momento, todos hemos sentido en algún momento ese dolor que se produce cuando somos conscientes de que alguien nos está tratando de manipular o incluso manipulándonos porque no somos capaces de poner un límite y entonces dejamos a un lado nuestra autenticidad.
¿Cómo combatirla? Pues lo primero de todo queriendo hacerlo, es decir, si sigo normalizando y no dando valor a ese dolor que todos hemos sentido alguna vez, si lo sigo menospreciando seguro que seguiremos dentro de relaciones con violencia invisible.
La toma de conciencia es el primer paso para desmontar estos mecanismos. Al reconocer el dolor que surge cuando somos víctimas de la manipulación, chantaje emocional, amenaza… comenzamos a cuestionar y resistir la normalización de la violencia invisible. La clave está en querer cambiar, en dar valor a ese dolor para liberarnos de relaciones marcadas por estas dinámicas perniciosas.
Cuando empezamos a reconocerla en nosotros mismos, podemos verla convirtiéndose en el camino para dejar de ejercerla.
Al desafiar la violencia invisible y abrazar la autenticidad permitiéndonos SER y dejando SER a los que nos rodean, construimos un camino hacia relaciones más saludables basadas en valores como el respeto evidenciándose en un comportamiento cívico, reflexivo, empático, comprensivo, respetuoso y compasivo.
La paz, entonces, no solo se convierte en un ideal, sino en una realidad que construimos activamente, una elección diaria de ser fieles a nosotros mismos y de fomentar la autenticidad en nuestras relaciones.