Vemos en los medios de comunicación cifras altas sobre casos de violencia. Hablan de nuestro, país, de nuestra ciudad incluso de nuestro barrio pero nosotros no somos capaces de ver esta violencia en el día a día.
¿Qué nos impide percibir esta violencia?
No podemos sostener el dolor y sufrimiento que nos supone que nosotros mismos estemos ejerciendo o padeciendo violencia y mucho menos nuestros niños, niñas y adolescentes
Así que para no ver, y por lo tanto no sufrir, hemos construido un sistema de creencias y utilizamos unos sesgos cognitivos que nos permiten vivir en esta violencia sin aparente malestar.
La violencia está normalizada y permanece invisible teniendo como resultado su perpetuación.
Las creencias son interpretaciones que hacemos de alguna situación, tomando estas interpretaciones como verdades absolutas, siendo totalmente ciertas para el que las cree.
Las creencias suelen ser inconscientes y no nos planteamos su veracidad. La mayoría de nuestros comportamientos están basados en ellas.
La manera de crear nuestras propias creencias es en base a nuestra propia experiencia.
También las podemos «heredar» de nuestra familia desde nuestra infancia.
En 2018, en España se realizó un estudio sobre la percepción social de la violencia sexual con 2.465 personas de 16 años o más. Los resultados pusieron de manifiesto la tolerancia hacia determinadas actitudes que justifican la violencia, culpabilizando a la víctima de lo ocurrido y exculpando a la persona que comete la agresión.
Las creencias no son buenas o malas per sé, nuestro sistema de creencias nos sirve para poder movernos por la vida, las necesitamos para poder actuar y tomar decisiones pero ¿qué ocurre cuando una creencia no nos es funcional?, es decir, no nos funciona para conseguir el resultado que queremos obtener. Es necesario cambiarla para poder actuar alineados con la nueva creencia y caminar en la dirección deseada.
Algunas de las creencias que no nos permiten ver la violencia son:
1.- Creer que la violencia es sólo física. Hay otras formas de violencia que no utilizan la dimensión física:
- Violencia psicológica, el aislamiento, la humillación, el desprecio o el cuestionamiento es capaz de afectar a la persona que lo sufre.
- Violencia sexual, no siempre hay violencia física. Hay situaciones en las que la víctima es sometida mediante la manipulación.
- Negligencia, falta de cuidado. Estos cuidados consideran los cuidados tanto físicos como emocionales.
El primer paso para poder ver la violencia es tener una definición de la misma que permita verla.
2.-La infancia es ese período vital libre de preocupaciones, una época feliz y llena de inocencia.
Al mirar la infancia desde este punto de vista impide poder ver cualquier cuestión que le pueda provocar un mal trato al niño, niña o adolescente ya que supone que independientemente de los que les ocurra ellos van a permanecer felices y además continuarán siendo inocentes.
3.- La víctima es culpable. El único responsable de la violencia es la persona que la ejerce, ya sea niño, niña, adolescente o persona adulta.
Creencias como “Tendrían que defenderse”, “Que hubiera dicho algo antes”, “Si aguanta ese trato por algo será”
Además de normalizar el uso de la violencia responsabiliza a la víctima de no hacer nada para para acabar con la violencia que está sufriendo.
3.- La violencia educa, pero transmite valores muy diferentes a los deseados. La violencia engendra más violencia.
Cuando la violencia la ejerce el adulto que acompaña, lo que estamos transmitiendo es quien le tiene que cuidar le puede hacer daño y, por lo tanto, que la violencia es una acción válida para las relaciones. Esto supone unir el afecto con la violencia.
4.- La violencia está normalizada en nuestra sociedad.
La violencia física la vemos constantemente en películas, dibujos animados, videojuegos, etc…la percibimos como normal a la hora de resolver conflictos y mucho más cuando están los personajes tan polarizados como los “buenos” y los “malos”. Ambos, cada uno por su rol, tienen la posibilidad de usar la violencia para resolver la situación.
La violencia psicológica está validada como herramienta educativa, tanto en las familias como en las escuelas. Comparaciones, etiquetas, amenazas, chantajes, manipulaciones, castigos, etc…
Todas estas creencias se refuerzan además a través de sesgos cognitivos, por ejemplo, el sesgo confirmatorio hace que las cosas se perciban y recuerden sesgadamente para que encajen con las ideas preconcebidas.
Nuestra responsabilidad como adultos que acompañan es poner consciencia sobre la violencia, en sus diferentes variantes y niveles, sabiendo de antemano que muchas de las situaciones donde aparezca va a ser invisible y va a estar normalizada.
La prevención, detección e intervención de las situaciones de violencia requiere un trabajo continuo y aprender a ver.
Hacer visible lo invisible, estar atento a aquellos actos que tenemos normalizados en nuestras relaciones y poner luz en estas situaciones para encontrar alternativas no violentas.