La comunicación puede ser complicada. Muchas veces decimos una cosa y la otra persona entiende otra, ¿verdad? Es un problema común, sobre todo en las relaciones familiares y educativas, donde los malentendidos pueden generar tensiones y conflictos. Para mejorar la comunicación y fortalecer nuestras relaciones, es fundamental entender por qué se producen estas confusiones y cómo podemos evitarlas.
A continuación, vamos a ver las razones más comunes detrás de los malentendidos y algunos consejos prácticos que te ayudarán a comunicarte mejor, tanto en casa como en el aula.
1. Expectativas y suposiciones: creer que el otro nos entiende sin decirlo todo
Cada persona tiene una historia y una forma única de ver el mundo. Cuando hablamos, solemos asumir que la otra persona entiende el contexto o la intención detrás de nuestras palabras, pero cada uno interpreta los mensajes a su manera.
Un ejemplo: Imagina que un padre le dice a su hijo adolescente que “sea más responsable”. Para el padre, eso podría significar que ayude más en casa o sea más cuidadoso con sus estudios. Pero el adolescente puede entenderlo como un juicio sobre su forma de ser, lo que puede herir sus sentimientos o hacer que se sienta frustrado.
Consejo práctico: Antes de decir algo, piensa bien qué quieres comunicar y cómo puede interpretarlo la otra persona. Explicar tus expectativas claramente puede hacer una gran diferencia. En este ejemplo, en lugar de decir «sé más responsable», el padre podría decir: «Me gustaría que dediques tiempo a tus tareas y que colaboras un poco más en casa». Así el mensaje es más claro y reduce la posibilidad de que se entienda de otra forma.
2. Emociones y tono: cómo afecta el estado de ánimo a lo que decimos
Nuestro estado emocional al hablar tiene un impacto enorme en la comunicación. Cuando estamos cansados, estresados o molestos, es fácil que el tono de voz cambie y el mensaje suene más brusco o serio de lo que pretendíamos. Y lo mismo sucede al escuchar: si estamos tensos o de mal humor, es más probable que interpretemos las palabras de los demás de forma negativa.
Un ejemplo: Piensa en un maestro que, tras un día largo, le dice a un alumno “pon atención y deja de distraerte”. Si su tono suena irritado, el estudiante puede sentirse regañado, aunque el maestro solo quiera que esté concentrado.
Consejo práctico: Si puedes, trata de tomarte un momento para respirar y calmarte antes de comunicar algo importante, especialmente si tienes un día difícil. En situaciones donde la emoción es intensa, hablar despacio y con un tono calmado puede ayudar a que tu mensaje se reciba con menos tensiones. Como padre o docente, expresa tus palabras con empatía y serenidad ayuda a evitar malentendidos.
3. Contexto y lenguaje ambiguo: el problema de las palabras vagas
A veces, en lugar de explicar exactamente lo que queremos, usamos palabras generales que la otra persona puede interpretar de muchas maneras. Esto pasa a menudo en la comunicación familiar, donde asumimos que el otro nos va a entender sin más. Pero cuando el contexto es confuso o las palabras son ambiguas, la interpretación se vuelve un juego de adivinanzas.
Un ejemplo: Una madre le dice a su hijo pequeño “pórtate bien” en una reunión familiar. Pero esa frase es bastante general: para un niño, es difícil entender qué significa exactamente “portarse bien” en ese momento. Tal vez piense que puede jugar con otros niños en el mismo espacio, aunque la madre quiera que esté tranquila y en silencio.
Consejo práctico: Trata de usar frases específicas en lugar de generales. En lugar de decir “pórtate bien”, puedes decirle al niño “necesito que te sientes aquí tranquilamente” o “juega, hablando en voz baja”. Esto ayuda al niño a entender exactamente qué esperas de él y reducir las posibilidades de que haga algo inesperado o contrario a tus expectativas.
4. Falta de verificación: el poder de preguntar para asegurarte de qué entendieron
A veces, la raíz de un malentendido está en que no nos detenemos a preguntar si la otra persona realmente entendió nuestro mensaje como lo deseábamos. Este paso es fácil de pasar por alto, pero puede evitar conflictos y aclarar dudas antes de que se conviertan en un problema.
Un ejemplo: Imagina que un profesor explica una tarea para casa y asume que todos los estudiantes entendieron. Al día siguiente, muchos no han cumplido con lo pedido, o lo hicieron mal. Esto genera frustración en los alumnos y en el docente.
Consejo práctico: Tómate un momento para confirmar que la otra persona comprendió bien lo que dijiste. Puedes hacer preguntas como “¿qué entendiste de lo que te expliqué?” o “¿crees que quedó claro?”. Esta práctica puede cambiar el curso de muchas conversaciones y ayudar a fortalecer la relación entre padres, hijos y docentes.
5. Comunicación asertiva y escucha activa: dos habilidades clave para reducir malentendidos
Además de prestar atención a las causas de los malentendidos, hay dos habilidades esenciales que pueden ayudarte a mejorar tus interacciones. La comunicación asertiva permite expresar lo que pensamos y sentimos de manera clara, sin ser agresivos ni quedarnos callados. Y la escucha activa consiste en prestar verdadera atención a lo que dice el otro, interpretando no solo las palabras, sino también el tono y el lenguaje corporal.
Beneficios de la comunicación asertiva
Claridad: Te ayuda a expresar tus ideas de forma directa y clara, facilitando que el otro entienda tu mensaje.
Respeto: La asertividad permite que expreses tus deseos, pero sin imponerlos. Esto genera un ambiente de confianza.
Solución de problemas: La comunicación asertiva reduce los malentendidos y permite resolver los conflictos con mayor facilidad.
Cómo practicar la escucha activa
Mira a la persona a los ojos y asiente con la cabeza para mostrar que estás presente.
No interrumpas. Deja que termine de hablar y luego aclara cualquier duda.
Para reflejar lo que entendiste, intenta resumir lo que te dijeron o decirlo en tus palabras. Esto ayuda a evitar malentendidos y demuestra interés.
La comunicación es una habilidad que se aprende y mejora
Aunque reducir los malentendidos es un reto, se puede lograr con práctica y paciencia. Como padres y docentes, tenemos un papel fundamental en la educación emocional y social de los niños y jóvenes. Al mejorar nuestras propias habilidades de comunicación, les damos un ejemplo de cómo relacionarse de manera saludable, donde el respeto y la claridad en los mensajes son clave.
La próxima vez que sientas que no te entendieron como querías, recuerda que la comunicación efectiva es un proceso de ida y vuelta. Piensa en el tono, las palabras y el contexto de tus mensajes, confirma que te comprendieron y practica la empatía. Con el tiempo, estos simples hábitos pueden crear un ambiente de confianza y seguridad, tanto en el hogar como en el aula, fortaleciendo las relaciones y previniendo malentendidos.